Con intención de promocionar un Foro Académico Interinstitucional de Empresa Familiar, accedí a una entrevista en directo. Preocupada por recordar correctamente el lugar, la fecha, la hora, y los patrocinadores, la pregunta del reportero me tomó por sorpresa:
¿Cuál es el papel del estado en la problemática de la empresa familiar? Inesperada. Sin embargo, en países donde la empresa privada y el estado cuentan con poca credibilidad y nos culpamos mutuamente, la pregunta cabe. Lo cierto es que hemos fallado en la derrama y el índice de desigualdad no deja de crecer.
Mientras ordenaba mis pensamientos, noté que la pregunta había generado el interés de los presentes y pronto tenia cinco micrófonos enfrente. Yo, en el banquillo.
La entrevista me dejó la sensación de haber respondido trivialmente a una pregunta profunda pero la conferencia de prensa era de promoción y prosiguió sin más.
A continuación la respuesta que me hubiera gustado ofrecer al periodista:
MI respuesta a su pregunta tiene dos partes. La primera es que mi experiencia es con la Temática y no la Problemática de la Empresa Familiar.
Calificar a la empresa familiar como "Problemática" (un conjunto de problemas) es estar ciego a sus rasgos más visibles y tangibles. Pues es evidente que la empresa familiar es la principal fuente de prosperidad en el mundo. Las familias empresarias son el semillero de emprendimientos y aportan el ADN de la innovación a las economías globales.
Con este cambio de foco, podemos reformular su pregunta: ¿Cuál es el papel de la Empresa Familiar en la problemática social de los países?
La tercera economía mundial, la empresa familiar es una fuerza subestimada en su potencial para influenciar a los tomadores de decisiones desde los niveles comunitarios hasta el nivel global. Por eso, los estados emergentes tienen mucho que aprender de las empresas familiares exitosas de su entorno.
Estas, conocen su historia, preservan sus valores y construyen acuerdos de poder y gobierno para la continuidad. Desarrollan instituciones que funcionan y las respetan. El patrimonio en su versión más amplia incluye activos tangibles e intangibles y el acuerdo de preservación incluye el buen nombre para beneficio de las futuras generaciones.
Los administradores por su parte, adquieren compromisos de transparencia, buenas prácticas y prudencia en la gestión de los recursos. Adquieren una responsabilidad personal y responden por resultados y acciones que son fiscalizadas periódicamente por quienes los han elegido para gestionar eficientemente sus recursos tangibles y no tangibles.
Todo lo anterior para preservar aquellos pactos de bienestar de los que gozan todos los miembros del grupo familiar. La continuidad de los pactos de bien estar depen-derá de la eficiencia con que los administradores produz-can excedentes y de la imaginación y creatividad de las nuevas generaciones para preservar y multiplicar los beneficios.
¿El rol del estado? Tal vez aprender de la empresa familiar, que la atención respetuosa, profesionalizada e institucionalizada a la gestión de los recursos, es la vía segura a la prosperidad.